La adolescencia es una dinámica humana normal que empieza a dar dotes a los 9 años con la contra voluntad y que arrecia a los 11 años cuando ya empieza a ver claridad en su comportamiento y va madurando hasta los 19 o 21 años.
En el segundo septenio de vida que va de los 7 a los 14 años que ya su corteza prefrontal, también conocida como el “centro de la personalidad”, está formada y pueden razonar y tener más información en su cerebro para elegir, comparar, decidir conscientemente, etc. Y, por lo tanto, inicia una resistencia instintiva a todo aquello que lo haga sentirse forzado, controlado o presionado para cumplir con una voluntad ajena que venga de padres o maestros.
Cuando son adolescentes, especialmente entre los 10 y los 14, sienten que es su segunda oportunidad para “hacerse valer”, expresar sus propias ideas, sus gustos, su opinión, tienen necesidad de recuperar el placer, los gustos, la libertad, su imagen para que DEFENDER su esencia, que no se apague su magia, su brillo y su ingenio. Porque ya muchos años (desde bebés hasta niños) hicieron lo que les dijimos y obedecieron cómo comportarse con valores y modales, “siéntate bien, no te ensucies, ya no puedes comer, eso te vas a enfermar, no corras, quietecito y limpio te ves mejor, no digas eso, no hables así… “. Ellos, en esta etapa, sienten que es mucho peso convertirse en el hijo maravilloso que esperan sus padres y en el ciudadano modelo que la sociedad exige.
Se presentan cambios bioquímicos, físicos y un mar de emociones que no saben qué hacer con tanto. Hay una confusión mental tremenda porque ya no poder ser un niñito(a) y tampoco de ser un adulto aunque tenga el tamaño físicamente.
Este impulso de vida es una gran oportunidad para ellos, por lo que tienen actitudes egocentristas, necesidad de expresarse tal cual que es, defender su sentir, aceptarse a sí mismos e identificarse con otros para que lo acepten y reconozcan, por eso imita, y para sentir que tiene valor… Solo que esa gran oportunidad para ellos representa una pesadilla para los padres de familia.
¿Qué sienten y piensan los padres durante la adolescencia de sus hijos?
- Sienten que ha disminuido la capacidad de transferir conocimiento y de convencimiento.
- Sienten impotencia para protegerlos ante el peligro que hay fuera de casa.
- No saben cómo demostrar el amor porque no quieren ahora escuchar, dejarse abrazar ni besar, entonces los padres ruegan, dan aunque no pidan, quieren caer bien, sobornan.
- Recompensan por la falta de tiempo, castigo porque ya no obedecen o me sacan de quicio con sus observaciones o preguntas. Ya no hay paciencia.
- No quieren ser rudos, pero no saben cómo tratarlo para que no vayan por mal camino.
- Se culpan, arrepienten porque ahora razonan que algo les faltó hacer cuando fueron ellos pequeños y por eso se comportan así.
- Tratan de no repetir la historia dolosa que tienen de su propia adolescencia y les frustra repetir patrones y convertirse en sus padres y saben que eso los lastimó, pero que en ellos funcionó.
- Tienen miedo que sus hijos comentan errores que ellos a su edad cometieron y los quieren proteger.
- Quieren evitarles sufrimiento porque los aman, entonces no saben cómo guiarlo, caen en la impotencia.
Los adultos alrededor de los adolescentes brindamos información que requieren para formar su propia identidad, generar seguridad, orden, autoridad, responsabilidad, protección, sabiduría, economía, entendimiento, amor incondicional, valores, etc. Pero cuando los padres o maestros no tienen certeza en la manera de educar y guiar, creen que el adulto no es competente, desmerece la figura de autoridad, deja de vincularse sanamente (educación vertical) y presta más atención a sus pares (educación horizontal) le da más valor a lo que uno de su edad le enseña y se empodera de manera equivocada, y entonces aparecen las conductas disruptivas y me refiero a:
- Incumplimiento de reglas, rutinas o desobediencia de las mismas.
- Ignorancia de los límites, temas, procesos o asuntos escolares o familiares que no le interesan.
- Ganas de contestar y discutir constantemente.
- Retan para hacerse notar.
- Se defiende de mandatos familiares que no acuerda.
- Quieren divertirse, flojear, no asearse.
¿Qué podemos hacer para llevar bien la adolescencia?
Hay un sinfín de oportunidades, te damos 3 básicas:
1. Déjale claro que esperas de ellos. Indícale a través de una rutina o frases, algo visual donde vea cuáles son sus deberes escolares y en casa que debe cumplir, tareas, extraescolares, guardar ropa, lavar platos, cuidar mascota, etc. Todo lo que pidas debes como padre recordárselo y revisarlo, AVISA cuando veas que se está tardando o está muy entretenido y puede dejar de hacerlo y persevera hasta que observes que ya lo hace sin supervisión y sin exigir un premio por cumplir. Sentirá que puede consigo mismo, que podrá sobrevivir aún con tu ausencia cuando quiera estar a solas, sentir capaz de cuidar, inspirarse para hacer lo propio, de tener voluntad de lograr un bien deseado.
Pueden utilizar frases como:
“Te recuerdo que después de cenar te tocan los platos” “Te recuerdo guardar tus útiles después de terminar la tarea” “Ya que termines de jugar te meres a bañar” “¿Ya comió (la mascota)? Ah!, por favor le puedes dar su alimento?” “Hijito, no veo la mochila lista para mañana la traes por favor”
2. Déjale claro hasta dónde. Los límites y líneas claras son necesarios para que pueda razonar “hasta donde debo” y entonces tome decisiones asertivas, “qué pasaría si cruzo la línea, qué consecuencias habrá si me paso”, usar su razonamiento para autoevaluarse, autoimpulsarse, autocuidarse, saber conducirse por el camino correcto sin que debas estar tú como padre para decírselo. Negociar, darle opciones, preguntar su opinión de cómo lo haría, que cree que pasaría, es vital para que se sienta escuchado y valorado y acceda a un más al cumplimiento de los lineamientos o códigos familiares.
Este último te ayudará a evitar luchas de poder porque conocen los acuerdos sobre cómo actuar o resolver los conflictos de familia. Por ejemplo, en lugar de regañar le puedes decir:
“El límite para llegar a casa es a las 10 pm”. “Cuidamos nuestra higiene, te toca baño”. ”Hablamos con la verdad para poder resolver, comprender y confiar”. “Asumimos la responsabilidad de nuestras acciones, limpia eso que ensuciaste” “A los abuelos los cuidamos, atendemos y abrazamos, el próximo fin te quedas en casa, ahora vamos que se hace tarde”.
3. Dale tu atención. Cuando ellos lo pidan, no cuando tú tengas tiempo, si ellos quieren hablar, escúchalos con oídos y viéndolos, espera a que exprese, no los interrumpas, no juzgues, deja que termine para conocer toda la idea que tiene, pregunta que piensa de eso, cómo cree que debería de ser, cómo sugiere resolverlo, reconoce sus recursos, válida su sentir y pensar, dale valor a sus victorias.
Cuidado con presionarlo con expresiones como:
“Así nunca llegarás a ser nadie”. “Qué vas a hacer cuando crezcas con esos pensamientos”. “Qué mal están tus amigos”. “Qué difícil lo que te paso, qué injusto, yo te lo resuelvo, yo te defiendo”
Mejor sorpréndete si está alegre, ríe de sus ocurrencias, cuestiona para saber más una vez que termine, respeta su sentir, haz una expresión de apoyo, de brindarle confianza para resolverlo y después en otro momento corrige, opina, sugiere o pregunta como se siente o cómo sigue la situación que te contó. Sé rápido, no te extiendas, no cuentes lo que te confiesa, no te burles de sus ideas frente a otros, no uses el chantaje, no ofendas, no compartas heridas, odios o los comprometas a estar de tu lado para manipularlos. Eso los alejará de ti.
Confía que la adolescencia en casa es una oportunidad para todos, especialmente para que los padres sanen su propia historia y puedan trascender como seres humanos y sus hijos los sigan amando, respetando y buscando porque se sienten apoyados y guiados por personas que les han dado el ejemplo para bien vivir.
Dra. Zita Rivera
Colegio San José
Tampico y Altamira.
Muchas gracias por también enseñarnos a los padres que iniciamos en esta bella y difícil etapa de hijos adolescentes. Teniendo información certera podemos afianzar un sano desarrollo para nuestros hijos.
Gracias Dra Zita por preocuparse y ocuparse de manera integral en la educación de los alumnos y padres.